Autor original: Marcelo Medeiros
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El balance en relación con el primer objetivo de desarrollo del Milenio muestra un panorama disímil en la región: escasa disminución del porcentaje de población extremadamente pobre (meta 1), un relativo progreso en la reducción del hambre y un progreso aún mayor en materia de desnutrición infantil (meta 2).1
El hecho más digno de mención que surge de este examen es la existencia de un patrón adverso en cuanto a la reducción de la pobreza y el hambre. Este patrón se manifiesta en que los países más pobres y con mayores problemas de acceso de la población a los alimentos —es decir, precisamente los que requieren progresar más— avanzaron relativamente menos. Los países de desarrollo intermedio, con índices de pobreza y hambre más bajos, avanzaron a un ritmo adecuado y están en trayectoria de cumplir ambas metas, en tanto que los países de mayor desarrollo de la región, con pobreza extrema más baja y con mejores indicadores de desarrollo social, lograron mayores adelantos en el acceso a los alimentos (subnutrición), aunque no en la desnutrición infantil. Este patrón adverso no se manifiesta en relación con la desnutrición infantil (niños con peso inferior al normal), ya que solo se nota un deterioro en el grupo de mayor desarrollo. 2 De hecho la mayoría de los países lograron avances importantes, con excepción de Argentina, Costa Rica, Ecuador y Paraguay que sufrieron retrocesos, y de Trinidad y Tabago, donde el progreso fue escaso (véase el anexo estadístico). Este hecho es destacable porque indica, en primer lugar, que en numerosos países de desarrollo menor e intermedio se ha atenuado uno de los mecanismos principales a través del cual se reproduce la condición de pobreza: la desnutrición infantil. En segundo lugar, porque pone de manifiesto que incluso los países con altos niveles de pobreza extrema que no logren reducirla a la mitad en la próxima década pueden conseguir avances significativos en la erradicación del hambre y la desnutrición mediante el fortalecimiento de sus políticas y la puesta en marcha de programas sociales específicos.
Al respecto, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha sostenido que para progresar en materia de reducción del hambre, no solo es necesario elevar la productividad agrícola y aumentar sostenidamente la capacidad de compra de alimentos por parte de la población. Junto con ello se requiere establecer políticas dirigidas a eliminar o atenuar el impacto de los otros factores de riesgo de desnutrición y malnutrición que se dan con mayor frecuencia en los hogares extremadamente pobres, entre los que destacan las deficiencias relacionadas con las condiciones sanitarias de la vivienda, la conexión al agua potable y a un sistema de eliminación de excretas adecuado, el acceso a los servicios de salud, y el conocimiento de las normas de higiene en la manipulación de alimentos y los hábitos alimentarios, entre otros. De esta forma, es posible reducir la desnutrición y la malnutrición mediante programas nutricionales aunque no necesariamente formen parte de programas más amplios de combate a la pobreza. A ello se agrega que las sinergias existentes entre los factores mencionados aumentan los efectos positivos de esos programas cuando se acompañan de inversiones en infraestructura básica, particularmente en las zonas rurales, las más afectadas por la desnutrición infantil.
Sin embargo, a pesar de los avances en la reducción de la desnutrición infantil (peso inferior al normal) y tal como se indica en el capítulo II, los adelantos en cuanto a desnutrición crónica (niños con talla inferior a la normal) fueron menores y a partir de niveles más altos, a lo que se agrega el agravamiento de los problemas de malnutrición que se manifiestan en una incidencia creciente de la obesidad, tanto infantil como entre adolescentes y adultos, asociada principalmente a las deficiencias de micronutrientes y a los desequilibrios en la ingesta de macronutrientes. 3Tanto la Organización Panamericana de la Salud como la FAO han mencionado la necesidad de enfrentar este problema mediante la identificación de la población en riesgo e intervenciones tempranas destinadas a evitar que las enfermedades asociadas a la obesidad se manifiesten en los adultos en patologías cuya atención grava fuertemente los presupuestos públicos de salud.
En relación con el patrón de pobreza extrema descrito, cabe hacer dos precisiones. La primera es que el progreso del grupo de países de mayor desarrollo excluye a Argentina, que registró un notable aumento de la pobreza a comienzos de la década.5 La República Bolivariana de Venezuela fue el otro país de la región que mostró un retroceso en esta materia. Por lo tanto, si se excluye del agregado regional junto con Argentina, el progreso naturalmente resulta mayor. En tal caso, América Latina y el Caribe registraría un avance de 47% en lugar de 34% y se encontraría más cerca de la trayectoria de cumplimiento de la meta de pobreza. Esto es consistente con el progreso que muestra el grupo de países de desarrollo intermedio que reúne a la mayor parte de la población regional (76% del total), por el hecho de incluir a Brasil y México donde residen 290 millones del total de 555 millones de latinoamericanos y caribeños. En estos dos países la pobreza extrema se redujo significativamente (de 23,4% a 14,2% y de 18,8% a 12,3%, respectivamente). Ambos países lograron un progreso importante, superior a lo esperado de acuerdo al tiempo transcurrido: 78% de avance en Brasil y 69% en México, lo que sugiere que los dos mayores países de la región probablemente lograrán el primer objetivo del Milenio.
La segunda precisión es que en el examen del progreso en materia de pobreza extrema no se incluye a los países y territorios del Caribe, por no disponerse de mediciones basadas en líneas nacionales de pobreza comparables con las utilizadas para los demás países. Sin embargo, el análisis de las variaciones de la pobreza basado en una línea de dos dólares por persona en Guyana, Jamaica, Santa Lucía y Trinidad y Tabago (que concentran el 41% de la población del Caribe) indica que esa subregión logró un avance importante. En estos cuatro países la incidencia de la pobreza calculada sobre la base de esta línea — cuyo nivel se asemeja más al valor de las líneas nacionales calculadas por la CEPAL que la de un dólar al día — se redujo de 22,3% a 12,6% entre 1990 y 2001, lo que representa un avance del 87% en el período.6 Esa importante disminución de la pobreza se debe a las mejoras logradas en Jamaica y en Trinidad y Tabago, que representan las cuatro quintas partes de la población de los cuatro países mencionados.
En síntesis, los países que necesitan desplegar más esfuerzos y movilizar más recursos internos y de asistencia internacional en la próxima década se encuentran en el Istmo Centroamericano; a ellos se suman los países andinos y del Caribe de menores ingresos por habitante (Guyana y Suriname), además de Haití y Paraguay. Es muy probable que en la próxima década varios de ellos no logren reducir a la mitad la elevada pobreza extrema de comienzos de los años noventa, a menos que sus economías se expandan a tasas muy superiores a las registradas entre 1990 y 2004 (véase el gráfico VIII.1). Conviene insistir en la urgencia de reducir la elevada pobreza extrema que afecta particularmente a seis países: Bolivia, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua y Paraguay. En estos países la pobreza extrema afecta a más de 30% de la población, y el crecimiento promedio del PIB requerido entre 2005 y 2015 supera el 6% anual. Estas tasas representan de dos a seis veces las registradas en esos países en los últimos 14 años. El avance en la disminución de la pobreza en Guatemala desde 1990, asociado a un crecimiento promedio del 3,6% a partir de entonces, explica que la tasa requerida (4,8% anual) no sea muy distinta de la histórica.
1 - Cabe recordar que el examen de la meta de reducción de la pobreza extrema se hizo sobre la base de líneas de pobreza nacionales calculadas por la CEPAL y no sobre la base de la línea de un dólar por día expresada en paridad de poder adquisitivo. En todo caso, la evaluación basada en esta última arroja un resultado muy similar al que se obtuvo con las líneas nacionales de pobreza. Véase el capítulo II.
2 - El deterioro del grupo se explica principalmente por el retroceso de Argentina y, en menor medida, por el leve aumento que registró la desnutrición ponderal en Costa Rica. Estos incrementos contrarrestaron las reducciones observadas en Chile y Uruguay y el mantenimiento del indicador en niveles bajos en Cuba, a pesar de lo cual este grupo sigue presentando los niveles más reducidos de desnutrición en la región.
3 - En el caso de varios países de la región, la información disponible demuestra que la incidencia de la obesidad entre los menores de cinco años ha venido aumentado en todos los estratos y más rápidamente en los de ingresos bajos. Véase, Power y Parsons (2000).
*Este é um extrato do relatório Objetivos de Desenvolvimento do Milênio: um olhar sobre a América Latina e o Caribe, produzido pelas Nações Unidas. A íntegra pode ser obtida na área de Downloads desta página.
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