Autor original: Graciela Baroni Selaimen
Seção original:
Óscar del Álamo*
El creciente fenómeno de la Sociedad de la Información ha provocado, entre otros efectos, que el mercado laboral para profesionales altamente cualificados, en los campos científicos y tecnológicos, esté cada vez más globalizado en términos de oferta y demanda. Actualmente, existe una demanda creciente en todo el mundo de personal formado en las áreas científica y tecnológica, de modo que resulta algo totalmente lógico que las compañías multinacionales busquen cada vez más personal con altas cualificaciones en el panorama internacional para mejorar y garantizar unos resultados de elevada calidad.
Hasta la primera mitad de los años ochenta, el desarrollo tecnológico se asociaba al control y dominio exclusivo de los “iniciados” (entendiendo como “iniciado” a las personas o ciudadanos que disponían de acceso a las tecnologías del momento y de la formación o conocimientos necesarios para manejarlas). Asimismo, también era – y es frecuente aún – la convicción de que la tecnología es empleada para sustituir puestos de trabajo y para cubrir exclusivamente los que estos iniciados llevan cubriendo desde entonces. Esta cuestión podría ser discutida extensamente, pero lo que parece innegable es que el mercado laboral está siendo agitado considerablemente por las tecnologías de la información tanto por los puestos demandados y ofertados como por los sueldos y alicientes que se barajan en este mundo.
El capital humano de las empresas más innovadoras empieza a contabilizarse como otro capital más, y a cuidarlo y desarrollarlo se dedica gran volumen de recursos económicos y esfuerzos. Nunca tanto como ahora se ha dado importancia al flujo de información interna y a compartir el conocimiento que cada trabajador conserva. De este hecho puede deducirse que el sector de las tecnologías de la información sea uno de los más afectados por la denominada “fuga de cerebros”.
El tema de la “fuga de cerebros” es un concepto que ha venido adquiriendo una especial relevancia en el actual contexto de auge de la Sociedad de la Información, pero en ningún caso podemos considerar que se trate de un fenómeno reciente sino que su condición actual es el resultado de un proceso que ha ido desarrollándose durante etapas anteriores; hoy día se le ha venido prestando una mayor atención a partir del momento en que se ha llegado a tener conciencia de los perjuicios que ocasiona en algunos de los países. Una de las zonas del planeta que actualmente se encuentra más afectada por el fenómeno es la región latinoamericana que, con países como México, Argentina o Uruguay, se convierte en uno de los principales focos de “exportación de cerebros”. Esta migración está causando graves daños a la zona si tenemos en cuenta la pérdida de capital humano (y, consecuentemente, la pérdida en la previa inversión educativa) que en este momento se está acumulando y que, de permanecer en el país de origen, podría contribuir a acelerar el lento proceso de adaptación que sufre la región para acomodarse a la nueva era caracterizada por el dominio de la tecnología y los flujos de la información.
Algunas definiciones de partida
La Enciclopedia Británica [i] define la “fuga de cerebros” (fenómeno que también ha sido etiquetado como “brain drain”) como “la salida de personas educadas o profesionales de un país, campo o sector económico, hacia otro, generalmente para conseguir mejores condiciones de vida o salario”. Junto a esta “fuga de cerebros” debemos también tener en cuenta los conceptos de “intercambio de cerebros” y “despilfarro de cerebros” que identifica el informe de la OCDE de 1997 sobre el movimiento de personal altamente cualificado[ii].
Así, el “intercambio de cerebros” implica un flujo de conocimientos técnicos de dos direcciones entre un país emisor y un país receptor. El “despilfarro de cerebros” describe, en cambio, el desaprovechamiento de conocimientos especiales que tiene lugar cuando trabajadores altamente cualificados emigran hacia formas de empleo que no requieren la aplicación de los conocimientos y experiencia aplicados en el trabajo previo.
Recientemente, Johnson y Regets[iii] han introducido un nuevo concepto en el debate: la “circulación de cerebros”. Este concepto se refiere al ciclo que consiste en desplazarse fuera del país de origen para estudiar; a continuación, conseguir un trabajo allí mismo y, más tarde, volver al país de origen para aprovechar una “buena oportunidad”. Los autores consideran al respecto que esta forma de migración podría aumentar en el futuro si disminuyeran las desigualdades económicas entre países (cosa que únicamente sucede en algunas zonas del planeta como la zona occidental de Europa).
La medición del fenómeno
A escala internacional, no existe un sistema uniforme de estadísticas sobre el número y las características de los migrantes internacionales. Además, por norma general, los países de origen no tienden a recopilar información sobre las características de sus emigrantes y, si bien los países de destino sí llevan estadísticas al respecto, las definiciones de inmigración que utilizan varían[iv].
Si centramos ahora nuestra atención en los flujos de personal cualificado en el campo de las tecnologías de la información, éstos están influidos y determinados por una amplia variedad de factores. En primer lugar, desde el punto de vista de la oferta, podemos destacar que en los campos de ciencia y tecnología se están alcanzando unos estándares muy elevados en cuanto al nivel de internacionalización; así, la participación en educación y formación internacionales, incluyendo los distintos programas de becas e intercambio entre países, están estimulando el interés de los jóvenes por trabajar en el extranjero dando una perspectiva más internacional a su conocimiento.
En segundo lugar, desde el punto de vista de la demanda, está en auge la solicitud de personal cualificado en el campo de las nuevas tecnologías como consecuencia de las carencias locales de ciertos tipos de conocimientos técnicos; este hecho abre las miras hacia un intento de reclutamiento internacional.
Destino: Estados Unidos
El principal destino al que acuden los “cerebros” del resto del mundo (principalmente los provinentes de los países en vías de desarrollo) es el de los Estados Unidos de América. Hoy día se considera que el sector de las tecnologías de la información en Estados Unidos está sufriendo una considerable escasez de personal, con lo que se abren las miras al exterior con la intención de solventar esta carencia.
No obstante, todo hace pensar que la realidad norteamericana en este momento se asocia a una búsqueda de trabajo más barato (procedente de países con niveles de vida más bajos que los Estados Unidos) y no a una respuesta ante la escasez de personal para emplear. Ello, al mismo tiempo, provocaría que los especialistas estadounidenses optaran por otros destinos – fundamentalmente dentro de la esfera OCDE – para tratar de lograr un nivel salarial que no se les concede en su país de origen.
Así, algunos estudios realizados en los propios Estados Unidos han puesto esta presunta escasez en duda y no han vacilado al acusar a las empresas del sector de preferir ingenieros extranjeros reclutados, principalmente, en países en vías de desarrollo, que están dispuestos a aceptar menores recompensas que sus homólogos estadounidenses. En un Seminario organizado por la Fundación Sloan[v] en los Estados Unidos sobre el tema “Migración de científicos e ingenieros a Estados Unidos” en 1997, se realizaron un conjunto de interesantes observaciones; entre ellas destacó, en primer lugar, la formulada por el profesor Paul Ong de UCLA (Universidad de California en Los Ángeles) que señalaba que a los ingenieros inmigrantes se les pagaba hasta un 30% menos que a sus colegas nativos. En segundo lugar, una investigación realizada por Norman Mattloff, también de UCLA, indicaba que solamente el 2% de las 120.000 solicitudes de empleo anuales a Microsoft era aceptado. Ambas investigaciones presentan claros indicios que hacen dudar de la escasez anunciada y que citábamos en el parágrafo anterior.
Países desarrollados y países en vías de desarrollo: un impacto diferente
El impacto del fenómeno de la “fuga de cerebros” en la movilidad del trabajo altamente cualificado, en los campos referentes a tecnologías de la información, genera un efecto totalmente diferente entre los países en vías de desarrollo y los desarrollados.
Para los países en vías de desarrollo podría decirse que, gracias al movimiento de “cerebros” hacia el exterior, sus balanzas de pagos han salido beneficiadas. De acuerdo con esta reflexión, el origen de tal mejora, en el ámbito teórico, sería la entrada de divisas en estos países cuando el ahorro de los profesionales “fugados” se hace en el propio país de origen o bien a través del dinero que tales profesionales pueden enviar a sus familias. Algunos casos parecen confirmar esta posibilidad. Así, por ejemplo, para fechas como Navidad el conjunto de mexicanos radicados en los diversos países de la Unión Europea enviaron a casa de sus familias en conjunto una suma aproximada al millón de dólares[vi]. Y esta misma situación se repite en otras fechas y etapas del año (siguiendo el ejemplo mexicano, podemos hallar fechas significativas como el día 10 de mayo, día de la madre).
Como contrapartida, la realidad de los países en desarrollo nos indica que con la “fuga de cerebros” la inversión en educación realizada sobre estas personas se pierde y los beneficios del esfuerzo del país de origen los disfruta otro. De este modo, esta fuga podría provocar una falta de recursos humanos en los lugares de origen de estos expertos y encarecer los costes en el sector. Y quizá lo que es más grave: la continua marcha del personal especializado se está convirtiendo en uno de los factores perpetuadores del retraso de la zona respecto de los países desarrollados. Si los “cerebros” permanecieran en su país de origen se convertirían en el nuevo punto de apoyo sobre el que relanzar el proceso de desarrollo pero, lamentablemente, esto no es así y el proceso de migración hacia el exterior, lejos de frenarse, se incrementa.
La situación cambia sustancialmente si la analizamos desde la perspectiva de los países desarrollados. Los temores referentes a la “fuga de cerebros”, fundamentalmente los europeos dentro de la esfera OCDE, se centran en la posibilidad de que los “científicos estrella”, los mejores y más brillantes, cuyos talentos pueden generar enormes beneficios para sus países anfitriones, decidan marchar a otros enclaves dentro de los países desarrollados (dentro de los cuales, Estados Unidos, nuevamente, se convierte en el más atractivo). Aunque ciertos institutos de investigación y empresas europeas pueden funcionar en los campos de tecnología de la información mejor que en Estados Unidos, carecen, no obstante, de la atracción que podría transformarlos en una ubicación fundamental dentro de la disciplina. La presencia de estos centros de “excelencia” en ciertas localidades (como los que se encuentran en los estados de California, Massachussets y Nueva York) es quizá el factor clave de atracción para el conjunto de “cerebros” que no provienen de los países en vías de desarrollo.
En otras palabras, los motivos por los que se produce la “fuga de cerebros” en los países desarrollados y aquellos que se encuentran en proceso, son totalmente diferentes. Los primeros buscan una mejora de las condiciones de vida en todas sus consideraciones, mientras que los segundos buscan en el exterior un prestigio que no hallan en las instituciones de su país de origen. Esto, sin embargo, no excluye la posibilidad de los expertos de los diferentes países desarrollados a compartir motivos con sus homólogos de los países en desarrollo y viceversa. Así, por ejemplo, un especialista de un país desarrollado buscará en el exterior un cierto prestigio que no haya en su país de origen, pero ello no excluirá, en caso de tener la oportunidad, la opción de mejorar sus condiciones de vida.
El caso especial de América Latina
Si analizamos el particular caso de América Latina, podremos encontrar que son múltiples y variados los factores causantes de la “fuga de cerebros”. En esencia, no obstante, parece clave el hecho de que empresas y gobierno no dediquen recursos a la investigación y tecnología, además de no contar con la preparación de científicos fuertes y capaces en sus campos de acción. Además de estos motivos, imperan otros como la posibilidad de tener contacto con otras formas de cultura.
Los países desarrollados son vistos como núcleos en los que son más numerosas las posibilidades de hallar mejores oportunidades de trabajo, mejores ingresos económicos y, consecuentemente, mejores niveles de vida. Ello se debe a que, actualmente, los países desarrollados tienden a ofrecer mejores niveles de desarrollo tecnológico así como mejores niveles académicos y de reciclaje de la investigación en general.
Entre el conjunto de factores que provocan la “fuga de cerebros” en los países de la región latinoamericana, también destaca el económico o salarial. Para comprobarlo únicamente hemos de acercarnos a la información que nos proporcionan algunas cifras. Así, por ejemplo, en el mercado estadounidense un programador promedio gana tres mil dólares al mes, mientras que en países como México el sueldo está entre setecientos y mil dólares o hasta dos mil dólares en casos de excepción[vii]. Sin embargo, al emigrar hacia el exterior, estos expertos deben tener en cuenta que muchas veces los beneficios que logren no superarán en demasía el salario medio de la población de acogida, teniendo también en cuenta que las empresas multinacionales se lucran con su trabajo al pagarles sueldos comparativamente bajos.
Al referirnos a la “fuga de cerebros” en América Latina, la primera característica que debemos tener en cuenta es que no podemos hablar de un fenómeno uniforme o que manifiesta las mismas características en toda la región. Si consideramos como expertos a los emigrantes con niveles de educación superior, el continente latinoamericano se caracteriza porque la tasa de emigración más alta corresponde a las personas con este nivel educativo; no obstante, esta situación no se produce en América Central y Ecuador. Así, países como Argentina[viii] (con 5.000 científicos e ingenieros altamente cualificados viviendo y trabajando en el exterior) o Uruguay[ix] (de los 67 uruguayos que ingresaron en 1998 de forma legal para trabajar en Estados Unidos, 17 se encuentran en la categoría de “talento extraordinario”) se convierten en paradigmas de la situación crítica que el problema de la “fuga de cerebros” está atravesando en América Latina.
Un segundo factor, matiz o característica a tener en cuenta al reflexionar sobre la “fuga de cerebros” en América Latina es que si bien el éxodo masivo de los estos “cerebros” toma la dirección de Estados Unidos, y posteriormente del resto de países de la OCDE, no debemos ignorar la diáspora que se produce de un país de la región a otro. Citando nuevamente el caso uruguayo, por ejemplo, Brasil y Argentina doblan el sueldo a los cerebros uruguayos (cantidad irrisoria si tenemos en cuenta que Estados Unidos ofrece una suma diez veces superior), situación que nos indica que ya no sólo hay que preocuparse de las “tentaciones” de los países desarrollados sino, también, de las “ofertas” que pueden ofrecer los otros países latinoamericanos.
Ante esta situación una de las voluntades más urgentes que América Latina, en conjunto, tiene en su agenda es la de equilibrar el balance entre la “fuga de cerebros” y la repatriación de científicos. Pero, por el momento, este objetivo difícilmente podrá llevarse a cabo, fundamentalmente si tenemos en cuenta que hoy día no existe ni cuantificación ni proceso técnico alguno para cumplir tal propósito. Lo que sí parece claro es que los expertos “fugados” residentes en el extranjero no albergan esperanzas de un retorno laboral ante la falta de trabajo, las malas condiciones laborales, el poquísimo reconocimiento y el escaso apoyo a la investigación, tanto en el ámbito estatal como privado, que encuentran en sus países de origen.
Los frenos a la “fuga de cerebros”
El fenómeno de la “fuga de cerebros” es un problema que afecta, en mayor o menor medida, a todos los países del mundo. Ya son algunos los que están trabajando en la creación de soluciones al problema y generando dispositivos para evitar que la diáspora de sus cabezas más brillantes crezca progresivamente. La realidad del siglo XXI determina, con seguridad, que no habrá lugar para aquellos países que no sean tecnológicas y científicamente fuertes; de ahí, que la necesidad por resguardarse de la “fuga de cerebros” pase a ser tratada como una materia delicada y urgente.
Si nos centramos en la región latinoamericana (una de las zonas más afectadas por la “fuga de cerebros” tal y como antes indicábamos), podemos comprobar cómo en algunas situaciones (tal que la de México[x]), la política oficial ante el problema de la “fuga de cerebros” se ha caracterizado por una falta total de reconocimiento. Son, pues, habituales los casos en los que no existe una política de Estado con respecto a la ciencia y la tecnología. Para frenar el problema y como estrategia clave, sin duda, es necesaria una mayor inversión en el presupuesto para el desarrollo de ciencia y tecnología. Dentro de esta primera estrategia básica, el hecho de observar las medidas empleadas por países punteros como Alemania o Estados Unidos, tal y como han hecho ya algunas naciones, puede resultar un tanto ineficiente debido a la distancia económica que los separa de la región latinoamericana. Mecanismos más provechosos consistirían en imitar iniciativas como la chilena en la que la inversión en ciencia y tecnología se ha elevado hasta un 1,2% del Producto Interior Bruto. Siguiendo esta línea, Brasil está empezando a superar el listón del 1%. Pero la progresión de estos países contrasta con la situación que viven otros. Así, Argentina, uno de los más perjudicados por la “fuga de cerebros” únicamente destina el 0,34% de su Producto Interior Bruto a solventar el problema, cifra que apenas ha variado en los últimos quince años[xi]. Como referencia a seguir, también podemos tener en cuenta que los países con un gran desarrollo industrial suelen invertir, en promedio, un 2% de su PIB en investigación científica y tecnológica, listón que, por el momento, parece quedar lejos de las posibilidades de la región latinoamericana.
Por su parte, México, uno de los países más afectados por el problema de la “fuga de cerebros” también ha decidido tomar medidas para evitar el éxodo de sus especialistas, fundamentalmente estudiantes becados que parten al exterior, a las mejores alternativas de los países desarrollados. La principal innovación en México ha surgido a raíz de la actividad del CONACYT [xii] (órgano promotor y coordinador del desarrollo científico en el país), que ha decido que la mayor parte de becas otorgadas a su personal dejen de ser externas y pasen a ser, en su mayoría, internas.
Asímismo, dentro de esta posibilidad inicial de actuación, debemos destacar tareas como las desempeñadas por la Academia de Ciencias de América Latina (ACAL)[xiii] y la Association Latinoamericaine des Scientifiques (ALAS) que han iniciado un proyecto sistemático de identificación y promoción de programas de revinculación de científicos y técnicos latinoamericanos con sus países de origen. Entre estos programas de revinculación destacan el Programa Nacional para la Vinculación con Científicos y Técnicos Argentinos en el Exterior (PROCITEX) y la Red Colombiana de Investigadores en el Exterior (CALDAS). Ambos comprenden aspectos tan relevantes como la organización de misiones de contacto con instituciones nacionales e internacionales o la creación de centros de investigación “virtuales” con la colaboración de científicos de Latinoamérica radicados en países industrializados.
En la misma línea, pero al margen de los anteriores, Chile y Uruguay, por su parte, ya cuentan con la existencia de programas institucionales en los organismos de ciencia y tecnología.
No obstante, no todos los países latinoamericanos optan por este tipo de medidas y analizan el problema de la “fuga de cerebros” más como un asunto estrictamente político, tratando de frenar la migración de expertos con fuertes restricciones legales, lo que constituiría una segundo modelo de actuación estratégica. Así por ejemplo, Cuba justificó las restricciones de salida como un acto de legítima defensa frente al hostigamiento (en palabras de Rogelio Polanco, director de Juventud Rebelde, uno de los principales medios de comunicación del régimen castrista[xiv]). Básicamente Cuba, para defender sectores de importancia estratégica para el desarrollo como los relacionados con las nuevas tecnologías, ha optado por el establecimiento de un plazo de entre 3 y 5 años a partir de la presentación de la solicitud de emigración para conceder la autorización logrando, así, tiempo para formar a los sustitutos de los emigrantes.
Por otro lado y como tercera posibilidad de actuación debemos destacar el importante papel que juega el sector privado al tratar de frenar la “fuga de cerebros”. Pero hemos de ser muy conscientes del terreno en el que nos movemos y de las posibilidades que cada país tiene a su alcance. Y es en este punto donde las distancias que separan a los países desarrollados de aquellos que no han terminado aún este proceso parecen más claras. Así, en Estados Unidos, el 66% de la inversión en ciencia y tecnología la hace el sector privado, mientras que el gobierno invierte el resto. En Japón la proporción es mayor: el gobierno invierte sólo el 25% mientras que el otro 75% proviene del sector privado. Frente a estas realidades, en América Latina la inversión privada ronda entre el 20 y el 25%[xv]. Las diferencias en cuanto a los países desarrollados puede parecer, cuanto menos, abismal y una de las medidas que podría resultar más efectiva en el momento de frenar la “fuga” consistiría precisamente en aumentar la inversión privada en la región latinoamericana.
No obstante, y a pesar de que cada país emprenda sus propios programas, todo este conjunto de iniciativas debe converger en un futuro próximo para poder ser efectivas y convertirse en un servicio para los países que así lo requieran, permitiendo la transferencia de conocimientos y tecnología a pesar de la “fuga de cerebros”. Si bien la “fuga de cerebros” puede suponer la pérdida de potencial científico y tecnológico así como de las diversas inversiones de capital humano, con estos mecanismos se pretende que al menos el conocimiento no se desvanezca con las migraciones y pueda estar al alcance de los países en desarrollo a través de las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías.
Algunas conclusiones
Uno de los discursos más actuales apunta a la ausencia de infraestructura tecnológica como uno de los principales obstáculos que los países en desarrollo deben superar para recortar las distancias que los separan del resto. Y, en cierta medida, es cierto. Se considera a Internet como una gran herramienta, pero se tiende a olvidar que si no se poseen personas con un nivel de formación adecuado o bien si a éstas se las deja “escapar”, el acceso a Internet no agrega ni un ápice de conocimiento ni posibilidades de desarrollo tecnológico. Simplemente con una gran cantidad de ciudadanos conectados a Internet los países en desarrollo no van a lograr una mejoría de sus condiciones. Si a las posibilidades que ofrece la conectividad se logra incorporar la participación de tecnólogos y científicos, probablemente, el rendimiento que estos países puedan obtener será mayor del que actualmente disfrutan.
El caso latinoamericano es un claro ejemplo que demuestra que las autoridades no pueden pasar por alto un problema tan significativo como el de la “fuga de cerebros”. Evidentemente, se requiere una mayor investigación para evaluar con una mayor claridad el efecto de la “fuga de cerebros” sobre los países de origen. Pero esperando nuevas conclusiones, los indicios obtenidos hasta el momento parecen ser muy claros: la fuga de cerebros supone la pérdida en inversión educativa, el abandono de un importante potencial en capital humano y científico y, como consecuencia final, frena las posibilidades de desarrollo de las zonas que son las principales víctimas del proceso.
[i] Según indicaciones de Sami Mahroum en “Europa y el desafío de la fuga de cerebros”, IPTS, revista nº 29.
[ii] Salt J., International Movements of the Highly Skilled, OECD Occasional Papers Nº 3, 1997.
[iii] Johnson, J. M. y Regets, M., “International Mobility of Scientists and Engineers to the US- Brain Drain or Brain Circulation?” en NSF Issue Brief 98-316 (22 de junio, 1998).
[iv] Tomando como base las opiniones de William J. Carrington y Enrica Detragiache en “¿Cuán extensa es la fuga de cerebros?” EnFinanzas y Desarrollo (junio de 1999).
[v] Sloan Foundation Workshop, 21 mayo, 1997.
[vi] Comentario en "La fuga de cerebros” de Gabriel Gaytan.
[vii] Cifras en “América Latina resienten la fuga de cerebros” por Mª Elena López Segura.
[viii] En Kiningsberg, Y., “¿Por qué emigran nuestros investigadores y científicos?” en Revista Viva de Clarín.
[ix] En “Ocho cerebros al mes hacia EEUU”, Observa (22 de octubre de 2000)
[x] Texto adjunto de Ruy Pérez Tamayo.
[xi] Datos en “Opiniones encontradas: no todo es Internet”.
[xiv] Extraído del artículo Meléndez, j., “Las deserciones de Profesionales, un Drenaje Imparable” (13 de septiembre de 2000).
[xv] Datos en “Opiniones encontradas: no todo es Internet”.
*Óscar del Álamo é analista do IIG - Instituto Internacional de Gobernabilidad.
Este artigo foi publicado na edição nº 12 da revista eletrônica DHIAL - Desarollo Humano e Institucional en America Latina, em dezembro de 2000.
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