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Después de Porto Alegre: ¿Otro mundo es posible?

Autor original: Graciela Baroni Selaimen

Seção original:

Por Andrés Thompson*


“Los libros no cambian el mundo Al mundo lo cambian las personas Los libros cambian a las personas” Monteiro Lobato (escritor brasileño)


¿Davos caliente? ¿Anti-Davos? ¿Davos alternativo? ¿Davos paralelo? ¿Una reunión de terroristas? ¿De utópicos retrógrados? Todo eso y mucho más se ha dicho del Foro Social Mundial que tuvo lugar en Porto Alegre entre el 25 y el 30 de enero. Sólo el tiempo, y las acciones concretas que de allí surjan, dirán si se trató simplemente de una gran conferencia más o si en Porto Alegre se comenzó a vislumbrar otro mundo posible.


El lugar elegido


Porto Alegre, gobernada por Tarso Genro del Partido de los Trabajadores (PT), se presenta a sí misma como una “administración popular” donde la “participación hace la democracia”. El estado gaucho de Rio Grande do Sul, comandado por Olivio Dutra, también del PT (aunque de una corriente interna opuesta a Genro), también se autodefine como un “estado de participación popular”. Ambos, la ciudad y el estado, pero sobre todo la ciudad, han trascendido mundialmente por el desarrollo exitoso de la metodología de “presupuesto participativo”. Se trata, nada más y nada menos, que de un mecanismo importante de participación ciudadana y de democracia directa en la definición del uso de los recursos públicos. Aunque aún no hay estudios que demuestren la relación entre el presupuesto participativo y una mejoría efectiva en las condiciones de vida de las poblaciones más pobres, el ejemplo de Porto Alegre se ha extendido ya a más de una decena de municipios en el Brasil. Evidentemente, esta es una imagen distintiva del PT en el gobierno y ya hay ansiedad por ver lo que sucederá en la mega-ciudad de San Pablo bajo la nueva jefatura de Marta Suplicy.


El lugar elegido para el Forum Social, por tanto, no fue inocente. Cualquier visitante puede percibir a simple vista cómo la ciudad funciona, y bien. Las más de 10,000 personas que llegaron hasta allí de 140 países del mundo, colmando la capacidad de hoteles, posadas, y aún de las carpas – para jóvenes e indígenas - montadas en el Parque Mauricio Sirotsky Sobrinho, le agregaron un toque cosmopolita a la ciudad fuera de lo común. El Programa cultural de “rua” (calle) que agregó el gobierno local sirvió de incentivo para que el Forum también fuera una fiesta de la diversidad.


El tono y el programa


El Forum Social Mundial comenzó con una polémica, y seguramente terminará con varias. No se podía esperar menos. La polémica inicial –que tal vez contribuyó para aumentar la concurrencia mucho más de lo esperado por los organizadores- la inició el propio presidente brasileño, Fernando Henrique Cardoso, al señalar desde Ciudad del Cabo que no le parecía correcto que el gobierno del estado de Rio Grande do Sul gastara cerca de un millón de reales en el evento. Además, lo comparó con los ludistas, quienes al inicio de la revolución industrial rompían las máquinas para impedir su avance sobre el trabajo manual. Un pequeño ejemplo de cómo el contenido de la reunión adquirió rápidamente un fuerte tono “antiglobalización neo-liberal”.


El Programa del Forum ya era un anticipo de lo que vendría. En un gigantesco libro de más de 100 páginas aparecían los títulos que convocaban al debate: riqueza y democracia. Sobre el tema de la riqueza mundial estuvieron bajo análisis su formación, concentración, distribución y los temas que de allí se derivan: empleo, medio ambiente y libertad del capital financiero. En el debate de la democracia, el eje fue la limitación democrática de los estados nacionales frente a la amplia libertad de operación del capital financiero y el peso de los órganos como el Fondo Monetario Internacional.


De esos dos ejes se desgranaban cerca de 400 talleres que tocaban prácticamente todos los temas del desarrollo social y político. Salvo las mujeres que presentaron una declaración señalando que los temas de género no tenían su especificidad, nada quedó afuera. Lamentablemente, los nacionalismos tampoco, a pesar del clima de confraternización y hermandad universales que reinaban. En el acto inaugural, al mencionar la lista de países representados, los Estados Unidos fueron abucheados, más allá del compromiso social de los ciudadanos de ese país allí presentes. Los principales aplausos se los llevaron Cuba (por lejos en el primer lugar), Francia, India, México y Uruguay además, por supuesto, de Brasil. A pesar de su numerosa y dispar representación, la Argentina no destacó en el "aplausómetro".


Hubo denuncias a granel, hubo propuestas en cantidades, debates fogosos, un mercado informal bajo el cielo del campus de la Pontificia Universidad Católica (donde abundaba el marketing del Che Guevara) y uno más organizado bajo techo. Estaban el Movimiento de los Sin Tierra con una fuerte presencia; quienes reclamaban la imposición de la tasa Tobin (1% para los ciudadanos) a las transferencias financieras internacionales; quienes alertaban sobre el manejo irracional del agua en el mundo, la guerrilla colombiana, la ETA, grupos religiosos de diverso tipo, partidos políticos y sindicatos, parlamentarios que se escuchaban a sí mismos (el público en general tenía vedada la entrada al Foro Parlamentario), más de 300 medios de comunicación, intelectuales de un amplio arco político (excluyendo a los neoliberales, obviamente). El gran ausente: el empresariado, aún aquel denominado “socialmente responsable”, salvo un puñado.


La esencia


Seguramente se dirá que en Porto Alegre había subversivos y violentos, así como también se ha dicho que en Davos han participado muchos economistas y funcionarios que colaboraron con las dictaduras militares de todo el mundo; se dirá también que fue un encuentro político de las izquierdas y no simplemente un Forum Social, así como tampoco Davos es simplemente un Foro Económico sino un espacio para el desarrollo del pensamiento político neoliberal. Se dirá también seguramente que quienes fueron a Porto Alegre (y a Seattle, y a Washington, y a Praga) son atrasados y nostálgicos, y que la modernidad y el progreso se encarnan en Davos. Anteponer Porto Alegre a Davos no tiene mucho sentido. Lo esencial, aunque parezca grandilocuente, es el destino de la humanidad. Sí, el destino de la humanidad. Davos y Porto Alegre son dos lugares desde donde se construye ese destino.


No se trata de buenos y malos, de monstruos y santos. Seguramente en Davos hubo y hay gente que tiene buenas intenciones y a quien no le agrada el rumbo que ha tomado la globalización excluyendo a millones de seres humanos del más mínimo bienestar. Y seguramente, también, en Porto Alegre hubo gente de dudosa trayectoria y convicción democrática. Sin embargo, está claro que de allí emanaron mensajes diferentes. Es legítimo y necesario que haya surgido el Foro de Porto Alegre para decir que se acabó el pensamiento único, que el recorrido hacia el bienestar de la humanidad no es éste que estamos transitando, que el ser humano – y no el dinero - debe estar en el centro de todas las decisiones. Así como desde hace algunos años se ha incorporado el análisis del impacto ambiental de las grandes obras, Porto Alegre planteó la necesidad de incorporar la dimensión del impacto humano de las decisiones macro-económicas. Un artículo de Ladislau Dowbor difundido en el Foro Social lo dice en estas palabras: “No hay duda de que, en la punta del lápiz, mil hectáreas de tomate permitirán una producción a un costo unitario más bajo. Es la lógica micro-económica. Sin embargo, si sumamos los costos del éxodo rural, del desempleo, de la criminalidad, de la polución química, de los desequilibrios políticos generados por la presencia de mega-poderes económicos, no hay duda de que la sociedad, como un todo, tendrá una productividad menor. En otros términos, la mejor productividad social no es la que resulta de la simple maximización y suma de las productividades micro-económicas.” (1) El mensaje es muy simple, y es político: la economía y la política deben estar al servicio de la gente. Y en Porto Alegre, con toda su diversidad, se dijo que hay mucha gente dispuesta a luchar por ello.


De todas las consignas que escuché y de todos los slogans que leí en Porto Alegre, el que más me llamó la atención estaba escrito en la espalda de una camiseta que vestía un joven brasilero y que encabeza esta nota. Parafraseando a Monteiro Lobato, al mundo no lo cambian las conferencias. Los hombres y mujeres son los que cambian el mundo. Si las conferencias cambian a los hombres y a las mujeres, y éstos logran cambiar el mundo, el Forum Social Mundial de Porto Alegre habrá sido un hito histórico.


*Andrés Thompson é Diretor de Programas para América Latina e Caribe da Fundação W.K. Kellogg. Diretor da revista "Tercer Sector de Argentina".


(1) “Os limites da sociedade de mercado”, em Cadernos Le Monde Diplomatique, Especial Nro. 2, Janeiro de 2001.

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