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Negociações, incompetência e não-ação

Autor original: Maria Eduarda Mattar

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La CDH de mal en peor

En el momento de la guerra de Irak, y bajo presidencia libia, se podía temer lo peor para la 59 sesión anual de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas (CDH), celebrada del 17 de marzo al 25 de abril de 2003, en Ginebra (Suiza). A juzgar por el desarrollo de los trabajos y por las resoluciones aprobadas, la realidad ha sobrepasado a la ficción: ni siquiera han vuelto los observadores más experimentados. En cuanto al nuevo Alto Comisionado para los Derechos Humanos, el brasileño Sergio Vieira de Mello, para quien representaba su bautismo de fuego, se ha limitado a manifestar "su decepción y su incomprensión frente a la imposibilidad de remontar los problemas que dividen a la Comisión", lamentando que en ocasiones sus miembros se dediquen a "practicar la política de lo peor".

En la declaración de clausura, el Alto Comisionado se hizo eco del malestar reinante: "Aunque no hay nada más serio que la protección de los derechos humanos, tengo la impresión de que a veces los delegados pierden de vista ese noble objetivo, que es la razón de ser de la Comisión". En términos aun más explícitos, el secretario general de la Organización de Naciones Unidas, Kofi Annan, en su alocución de la víspera sermoneó abiertamente a la Comisión: "Vuestra voz se ha debilitado (...) y vuestro mensaje ha perdido claridad. Es necesario que esto cambie, para que la Comisión juegue plenamente el papel que le corresponde, y para que progrese la causa de los derechos humanos, a escala universal"

Ciertamente, la sombra de la guerra de Irak planeó sobre el comienzo de las sesiones a mediados de marzo, pero la rutina habitual la desplazó rápidamente. Desde hace ya varios años, derivas y patinazos dejan vislumbrar el aumento de los peligros. En la estela inmediata del fiasco de la Conferencia Mundial contra el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y la intolerancia de Durban, los atentados del 11 de septiembre no arreglaron nada, y la oleada de seguridad barrió a su paso Declaración Universal, convenciones, protocolos y otras normas: salve quien pueda los derechos humanos y cuidado con el terrorismo, todo mezclado.

Estados jueces y parte

Jueces y parte, como nunca, los 53 Estados miembros de la Comisión se dedicaron, sin el menor rubor, a sus jueguecitos diplomáticos para grandes retos políticos. Manipulando alegremente los procedimientos democráticos, los regimenes autoritarios y totalitarios consiguieron estupendos regates: mediante alianzas circunstanciales, cayeron en la trampa las resoluciones avanzadas llamando al orden a Rusia respecto a Chechenia, y a Zimbabue y Sudán por lo excesos cometidos en sus territorios. También Irán consiguió colarse por los agujeros de la red, ya que la Unión Europea renunció a presentar una resolución contra ella, argumentando el diálogo iniciado con Teherán.

Cuba se salvó con una resolución anodina, que simplemente le invita a recibir a un emisario de la ONU, pocos días después de haber llevado la provocación hasta el punto de condenar a 79 disidentes a graves penas de cárcel, y de ejecutar a los responsables del desvío de un ferry, mientras la Comisión estaba en plena sesión. La oleada de represión en la isla provocó algunos gestos de disgusto y una condena del Alto Comisionado, sin que ello supusiera molestar en absoluto a los comparsas del régimen cubano. En unóseintercambio de favores, pudimos ver a Argelia, China, Pakistán, Rusia, Siria, Vietnam, Zimbabue o Sudán, volar en auxilio del régimen castrista.

En cambio, algunos países que no gozan del apoyo de la Comisión, como Birmania y Burundi, una vez más recibieran condenas, sin duda merecidas, mientras la CDH se buscaba nuevos blancos más fáciles, designando por primera vez a Bielorrusia, Corea del Norte y Turkmenistán. Sin olvidar a Israel, ritualmente condenada y poseedora del dudoso privilegio de "valer", por sí sola, media docena de resoluciones cada año.

Tras un año de penitencia, el regreso de Estados Unidos brilló por su cinismo o su hipocresía: preparándose, evidentemente, unos"adversarios-socios", Washington decidió no apoyar ninguna resolución relativa a China o Rusia. La primera escapó libre de todo reproche, la segunda pudo felicitarse de que la Comisión sea consciente "de las mejoras" en la república independentista del Cáucaso. También se dejó en suspenso la cuestión de la pena capital. Amnistía Internacional censó, en 2002, 1.526 ejecuciones y 3.248 condenas a muerte, en 67 países. "Las cifras de China, Irán y Estados Unidos representan el 81% del conjunto de las ejecuciones", precisa la organización. Campeona irrebatible, China se sitúa en cabeza con al menos 1.060 víctimas, seguida de Irán (113), Estados Unidos (71) y Arabia Saudí (48). Impotente, la CDH no consigue imponer una "moratoria inmediata y mundial" que, sin embargo, desde hace mucho tiempo reclaman los partidarios de la abolición de ese castigo.

En un ambiente agobiante y agobiado, con la complicidad de la presidenta libia, los juegos de palabras de un embajador argelino, Mohammad Dembri, llegaban hasta la caricatura. Y fue así como las democracias, atrapadas en sus propios miedos y en la infidelidad a sus principios, dieron el triste espectáculo de una impotencia cuidadosamente orquestada, por falta de voluntad política.

Y, a todo esto ¿donde estaban los derechos humanos? Para incluir en la columna de los "daños colaterales": kurdos, uigures, cristianos de Las Molucas, ahmaditas de Pakistán, pigmeos, chakmas budistas de Bangladesh, papúes de Irian-Jaya, autóctonos de todas las latitudes, ¡circulen, no hay nada que ver! La Comisión de Naciones Unidas, destinada a defender y proteger las libertades fundamentales, está en cambio a punto de caer en un maelström de insignificancia culpable, donde reina de manera absoluta el nuevo lenguaje, tan caro al escritor George Orwell. Queda por saber si subsiste la menor voluntad de salir del callejón, en una ONU minada por la crisis, y si todavía es posible poner en pie un reto a la medida del futuro y la dignidad humana.

El Alto Comisionado y las ONGs, inquietos pero impotentes

El diagnóstico es a imagen de la gravedad de la crisis. En marzo de 2001, el Alto Comisionado de entonces, Mary Robinson, hizo sonar la alarma, llamando la atención sobre "las obligaciones y las carencias del sistema". Antes de dejar el cargo al año siguiente, reiteró su inquietud a guisa de testamento: "Los derechos humanos están en peligro", advirtió en su último discurso ante la comisión, refiriéndose a las medidas adoptadas en la lucha contra el terrorismo. "Los edificios destruídos el 11 de septiembre se pueden reemplazar, pero si se dañan o destruyen los pilares del sistema internacional no será fácil restaurarlos", previno.

Su sucesor, Sergio Vieira de Mello, no puede hacer otra cosa que constatar que "la Comisión va mal. ¿Donde está su papel de protección y promoción de los derechos humanos?", se pregunta. Constatando su "instrumentación con fines políticos", ve en ella un "serio problema de credibilidad". El ex secretario general de la ONU, Butros Butros- Ghali, más libre para expresarse desde que dejó el cargo en 1996, no escatima críticas. Para él, el principal fallo del sistema es la política de "dos pesos, dos medidas, que hacer perder toda credibilidad a la Comisión. En algunos casos, se preocupa por las violaciones de los derechos humanos, en otros prefiere ignorarlas".

Desde hace varios años, las principales ONGs no cesan de multiplicar las advertencias."Derrota, mascarada, fiasco, puñado de miserias": en 2002 no encontraban palabras lo suficientemente fuertes para calificar el "catastrófico balance" de la 58 sesión, "la más penosa de todas" según Amnistía Internacional. Cuando el clamor parecía calmado, el ejercicio de 2003 ha desbordado cualquier entendimiento. La 59 sesión se desmostró "aun más desaminante que la precedente", constata con un tono desengañado Human Rights Watch. "El club de los dictadores, de los gobiernos hostiles a los derechos humanos, reforzó aun más su posición en la Comisión", añadía la ONG con sede en Estados Unidos, mientras que la FIDH deploraba que "el aumento de transacciones y mercadeos políticos hayan guíado el comportamiento y el voto de los miembros" "Una vez más, la Comisión ha faltado a su deber de proteger a las víctimas y ha minado seriamente su propia credibilidad de defensor de los derechos humanos", lamentaba por su parte Amnistía Internacional. En cuanto a la Comisión Internacional de Juristas, condenó una "deriva mayor cada año".

1. LA PRESIDENCIA LIBIA: UNA AFRUENTA A LOS DERECHOS HUMANOS

El 20 de enero de 2003 se alcanzó lo inaceptable con la elección de Libia, uno de los países menos recomendables en materia de respeto de las libertades, para la presidencia de la Comisión, para 2003. La noticia habría tenido gracia, si el asunto no fuera tan grave. Después de las derivas registradas en los últimos años, se había dado un paso más en el descrédito de un órgano que quiere ser "la conciencia de la comunidad internacional". Evidentemente, la Libia del coronel Gadafi, frecuentemente denunciada por sus flagrantes violaciones de las libertades fundamentales, no merecía ese honor. Estado terrorista, Libia, ha merecido varias sanciones de la ONU, aunque se suspendieron en 1999, por su implicación en la explosión en pleno vuelo de dos aviones civiles: un vuelo de la compañía Panam sobre Lockerbie, el 21 de diciembre de 1988 (280 muertos), y un DC-10 de UTA, en 1989 (170 víctimas). Por este segundo atentado, el tribunal criminal especial de París condenó, por contumacia, a seis ciudadanos libios, entre ellos al jefe de los servicios de inteligencia y cuñado del coronel Gadafi.

Mientras que "el Guía de la revolución" forma parte de los predadores de la prensa denunciados por Reporteros sin Fronteras, Amnistía Internacional recuerda que la libertad de expresión sigue estando estrictamente limitada, porque la legislación nacional prohibe la formación de partidos políticos, y cualquier crítica del sistema en vigor. Amnisía Internacional recuerda también la suerte de varios cientos de presos políticos, encarcelados sin inculpación ni juicio, el recurso a la tortura y a los malos tratos en los centros de detención, así como algunos casos de desapariciones, e incluso de "violencia racista". En septiembre de 2000, 130 inmigrantes del Africa negra murieron en las recurrentes masacres perpetradas por los libios. Desde entonces, han sido expulsados o han huído víctimas de las razzias cientos de miles de africanos, que proporcionan una mano de obra dúctil y explotable a gusto.Este sombrío balance no impidió al régimen del coronel Gadafi convertirse en miembro de la CDH, en 2001.

Una vez instalada, Libia no escatimó esfuerzos para acceder a la función más alta de la Comisión. Después de preparar el terreno, invirtiendo cuatro millardos de dólares en Africa, Tripoli asumió los gastos de organización y transporte de los delegados del continente a la reunión de Ministros de Asuntos Exteriores en Durban, en julio de 2002. Allí fue donde nació la Unión Africana, que sucede a la organización de Unidad Africana, en la que Libia fue elegida, por delante de Argelia, como única candidata a la presidencia de la Comisión de Derechos Humanos, para representar a la región Africa, que tenía que ocupar esa función en 2003. En el mismo momento, la propia prensa libia contaba que cuatro hombres declarados culpables de robo habían sufrido la amputación de la mano derecha y la pierna izquierda, el 3 de julio, después de que el Tribunal Supremo aprobara el castigo. En 2002, como en los años precedentes, indica el informe de Amnistía Internacional, en Libia se dictaron penas de muerte, en aplicación de una legislación que establece la pena capital para algunas actividades que simplemente son el ejercicio del derecho a la libertad de expresión y asociación.

¿Intercambio de favores u homenaje del vicio a la virtud?. Lo cierto es que que, a pesar de las inquietudes manifestadas inmediatamente por las organizaciones de defensa de los derechos humanos, nada ha logrado impedir que se cumplan los deseos del coronel Gadafi. No muy sorprendido realmente, un diplomático del Africa occidental constataba, impasible. "¿Qué quiere usted? En la época de la trata, los árabes nos vendían; ahora nos compran...".

Libia obligada a ser elegida en una votación con papeletas secretas

Sin embargo, por primera vez desde la creación de la Comisión, para la confirmación de la candidatura de Libia se recurrió a una votación con papeletas secretas, mientras que ese tipo de nominaciones se hace normalmente por aclamación. Con el apoyo activo de las dictaduras representadas en el cenáculo, la opción del grupo africano se vio ratificada por 33 votos contra 3 (Estados Unidos, Canadá y Guatemala), y 17 abstenciones, entre ellas la de Francia. Como París, los demás países de la Unión Europea decidieron optar por una neutralidad chirriante, con la excusa de "no ofender a los Estados africanos". En Trípoli, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores se apresuró a agradecer públicamente a Francia su opción. Una vez más, los familiares de las víctimas del atentado de UTA lo habrán apreciado.

Mientras tanto, se reanudaron los intercambios de visitas ministeriales entre ambos países, como si no hubiera pasado nada, parachutando así la normalización de sus relaciones. El 13 de marzo de 2003, el tribunal de casación cerró las diilencias del dictador libio, abiertas en París desde junio de 1999, por su presunta responsabilidad en el atentado. Mientras que el del Boeing de la Panam se saldó con la condena del principal responsable libio, entregado a Gran Bretaña, y Trípoli se comprometió a pagar diez millones de dólares por desaparecido, ninguno de los seis responsables identificados en Francia cumple condena, y se han previsto compensaciones económicas ridículas. Unos familiares de los 170 muertos del avión de UTA lo recordaron el pasado 11 de junio delante del hotel Georges V, en París, donde el hijo del dictador libio, Al-Saadi Gadafi, presidente de la Federación Libia de Fútbol, celebraba una conferencia de prensa para apoyar su candidatura a la presidencia de la Confederación Africana de Fútbol.

Una presidencia contestada

En Ginebra, bajo la presidencia de Najat Al-Hajjaji, embajadora de la Jamahiriya árabe libia popular socialista en Naciones Unidas, la 59 sesión anual de la Comisión de Derechos Humanos no podía comenzar con peores auspicios. Desde su nombramiento, dos meses antes, esta protegida del coronel Gadafi se había negado en varias ocasiones, siguiendo la costumbre, a dar una conferencia de prensa. Aunque finalmente se resignó a entrevistarse con los periodistas el día de la apertura de la sesión, 17 de marzo, tras el discurso inaugural, empezó por anunciar que había propuesto al secretariado de la ONU que se suspendiera de inmediato el estatuto consultivo de Reporteros sin Fronteras, como consecuencia de la acogida le que dieron durante su alocución. En señal de protesta por el nombramiento, algunos miembros de Reporteros sin Fronteras lanzaron panfletos en la Sala de Asambleas del Palacio Nacional, para denunciar la "mascarada" que representaba la ascensión de Libia a la cabeza de la Comisión. "¡Finalmente, la ONU ha nombrado a alguien que sabe de qué habla!", decían los panfletos. "¿Qué credibilidad puede seguir teniendo una instancia dirigida por la representante de un país que se burla diariamente de los derechos humanos? Con esta nueva presidencia, la Comisión demuestra que hoy solamente sirve para tapar las exacciones de algunos de sus miembros, a través de sórdidos mercadeos". A la señora no le gustó. Después, el Comité encargado de las organizaciones no gubernamentales se pronunció en favor de la suspensión de Reporteros sin Fronteras durante un año, sin haber escuchado a ningún representante de la organización. La decisión tiene que ser sometida al Consejo Económico y Social de Naciones Unidas (ECOSOC).

Resueltamente adicta a la censura, Najat Al-Hajjaji creía que podía acallar las críticas sancionando a una ONG de defensa de la libertad de expresión. Ya en su discurso de apertura había repetido fielmente el credo sobre Próximo Oriente e Irak, en vigor en Trípoli, aunque cuidando mucho de recordar las fechorías del régimen de Saddam Hussein, pero no las de otros dictadores de la misma calaña. Es cierto que el año anterior Libia estuvo junto a Cuba, a la hora de correr en ayuda del tirano de Bagdad, cuando se aprobó una resolución sobre Irak.

Las declaraciones de la representante libia a la prensa fueron la demostración, si es que era necesaria, de la impostura de entregar la presidencia de la Comisión a un régimen así. Agradeciendo las preguntas planteadas, confesaba cada vez su incapacidad para responderlas, e incluso su desconocimiento de las principales Convenciones en materia de derechos humanos, pasando la pelota al Alto Comisionado. A la pregunta de si no convendría exigir a los miembros de la Comisión un mínimo de respeto a los derechos humanos, respondió que, en ese caso caso, muchos países, y entre ellos el suyo, quedarían excluídos; lo que -precisó sin reirse- "no sería democrático".

Y ¿qué decir del ejemplo dado por la propia Libia? Fue necesario recordar a la señora presidenta de la CDH que su gobierno todavía no ha firmado el segundo protocolo facultativo, destinado a abolir la pena de muerte; ni tampoco el de la eliminación de cualquier discriminación de las mujeres, ni el texto relativo a la implicación de niños en los conflictos armados, ni el protocolo ni la convención del estatuto de los refugiados, ni el documento de Roma sobre la creación de la Corte Penal Internacional. Sin embargo, la embajadora libia manifestó la esperanza de que un día su país se adhiera a esos principios elementales...

2. "MANOBRAS E NEGOCIAÇÕES"

La sesión, iniciada la víspera de la guerra de Irak, se resintió de ello. Lo mismo que ocurre, desde hace varios años, con el conflicto de próximo Oriente, la Comisión se vio doblemente atrapada, sin poder influir en los acontecimientos. A despecho de las denuncias verbales de la intervención norteamericana, la crisis iraquí acentuó las divisiones, confinando a la Comisión en una práctica parálisis.

Exponiendo sus divergencias a la luz, la Comisión debía rechazar el 27 de marzo, por 25 votos contra 18 y 7 abstenciones, la petición de un debate espacial sobre los derechos humanos y la situación humanitaria en Irak, a causa de la guerra. Temiendo que el debate se convirtiera en una feria de navajeros, Japón, Australia, Canadá, Europa y varios países de América Latina se sumaron a Estados Unidos para cargarse la resolución, con la alegría de los países musulmanes y africanos, así como de sus aliados circunstanciales, como Cuba y China. Con el fin de la guerra en Irak, el último día de la seión, el 25 de abril, la Comisión podía sin embargo votar una resolución invitando "a todas las partes del actual conflicto a respetar las obligaciones que les incumben, en virtud del derecho humanitario internacional". Apadrinada por Estados Unidos y la Unión Europea, la resolución pedía igualmente a la comunidad internacional que ayudara a crear en Irak instituciones libres y democráticas.

En la misma ocasión, la Comisión decidió prorrogar, por un año más, el mandato del Relator Especial encargado de vigilar la situación de los derechos humanos en Irak, rogándole que presentara un informe intermedio a la Asamblea General, sobre "las nuevas informaciones relativas a las violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional, cometidas por el gobierno iraquí durante muchos años". Por otra parte, la resolución expresaba "la enérgica condena de las violaciones sietmáticas, generalizadas y extremadamente graves de los derechos humanos y del derecho internacional" bajo el régimen de Saddam Hussein.

El texto, varias veces corregido, en su primera versión contemplaba la elaboración de un informe "sobre la situación de los derechos humanos en Irak", una formulación vaga que hubiera permitido al Relator pronunciarse igualmente sobre el comportamiento de las fuerzas anglo-norteamericanas, que ahora controlan el país. Pero, para Estados Unidos, esa no era la cuestión. La comisión, sometida a fuertes presiones de Washington, finalmente decidió que el mandato del Relator se limitaría a los crímenes cometidos durante el tiempo de Saddam Hussein. Estados Unidos también se opuso firmemente al despliegue de observadores de los derechos humanos, como reclamaban algunas ONGs.

Después de muchas y laboriosas discusiones, la resolución sobre Irak se aprobó por 31 votos contra 3 (Cuba, Malasia y Zimbabue) y 12 abstenciones (Rusia, República Democrática del Congo, Siria, Vietnam, India y Pakistán, entre otros). En señal de desaprobación, 7 países -entre los que se encuentran Argelia, China, Libia, Sudán y Sudáfrica- no participaron en la votación.

Irak fue el segundo árbol que tapaba el bosque, en detrimento de tantísimos atentados a los derechos humanos silenciados. Sin embargo, en su alocución a la Comisión, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, alertó para que la situación en Irak no desviara la atención de lo que pasa en otras latitudes: "Hay muchos lugares en los que se han intensificado la violencia, el caos, la opresión y los atentados a los derechos humanos, en las últimas semanas y en los últimos meses", recordó. A este respecto, citó "la masacre a sangre fría de cientos de personas" a principios de abril en Ituri, en la República Democrática del Congo: "Algunos quizá pensaban que, en el momento en que todos los ojos miran a Irak, su crimen escaparía a la atención internacional".


Este é um extrato do Informe de julho da organização. O arquivo com a íntegra pode ser obtido na área de "Downloads" desta página.






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